domingo, 2 de febrero de 2014

Hoy es mi cumpleaños

Hoy es mi cumpleaños, pero además, me toman las tablas del 8 y del 9. Por eso me levanto temprano, para repasar las tablas y porque es mi cumpleaños. Desde mi  dormitorio siento el perfume de la glicina de Chola, mi vecina. La planta no para de crecer y se trepa por todos lados. Ya cubrió parte del toldo de mi patio. Cumplo los años en setiembre y para esta fecha siempre está llena de flores lilas que perfuman toda la cuadra.
Me pongo el uniforme de la escuela y tomo la leche. Nieves, la chica que trabaja en casa, ordena, y yo repaso las tablas. Le pido que me tome, pero Nieves es muy nerviosa, no se queda quieta ni un minuto y cuando limpia hace un ruido constante con la boca. Como hacen los jugadores de tenis cuando sacan. Así que prefiero arreglármelas sola. Mientras recito las tablas doy vueltas alrededor de la mesa, ocho por uno, ocho, ocho por dos, dieciséis. Las sillas están patas para arriba porque Nieves lavó los pisos, entonces se me ocurre una idea, escribo debajo de cada silla el resultado de una multiplicación. Camino y voy mirando si lo digo bien o me equivoco. Ocho por cinco cuarenta. No puedo dejar de pensar que hoy es mi cumpleaños.
La fiesta es a la tarde, después de la escuela. Mi hermana me ayudó a hacer las tarjetitas. Quedaron lindas, las hicimos con cartulina y les pegamos figuritas. Este año son muy originales, mi mamá nos compró una tijera que corta con piquitos. Dicen bien clarito: “te espero en Juan José Paso 205”, ¡qué emoción! Repitiendo las tablas como un loro se hace la hora de almorzar. Llegan mi mamá y mi papá de sus trabajos y recibo el primer regalo. Es un libro. Me gusta leer y mi mamá lo sabe. Tengo muchos libros, aunque siempre le pido que me deje leer alguno de su biblioteca, que es inmensa. Dice que por ahora lea los que me regala ella. Que algún día podré leer de los suyos. ¿Qué misterios esconderán esos libros? No puedo ni imaginarme.
Almorzamos y me voy caminando a la escuela con mis hermanos. Me toman, ocho por seis cuarenta y ocho. Es un lindo día y es mi cumpleaños. Invité a todas mis compañeras de quinto grado, a mis primos y a Gaby, que aunque es más grande que yo, siempre jugamos juntas porque vivimos en la misma cuadra.
En los recreos, mientras repasamos las tablas, pensamos con mis amigas a qué vamos a jugar en el cumple. Al “pizza pizuela”, a “la escondida”, a “la estatua”, al “teléfono descompuesto” y al “cuchara, cucharita, cucharón” desde la verja de Doña Chola que tiene la altura perfecta para tirarnos sin golpearnos.
Suena el último timbre y vuelvo ansiosa para mi casa. Al final la señorita Cecilia no me tomó las tablas. Dice que por ser mi cumpleaños lo dejamos para mañana. Apenas salgo de la escuela me doy cuenta que algo cambió. Ya no hay más sol, el cielo está nublado. Oscuro. Trato de no pensar en eso mientras camino, nunca llueve para mi cumpleaños.
Llego a casa y me encuentro con Olga, la señora que me cuida. Me apura, “¡vamos a bañarse y cambiarse que se hace la hora!” Voy a mi dormitorio y encuentro sobre la cama la ropa preparada. Mi mamá siempre me encarga ropa nueva de Nelly, la modista que vive a la vuelta. Para mis cumpleaños me hace vestidos con lindos cuellos y bordados. Pero este año me hizo hacer una pollera plisada roja y una camisa blanca. En el cuello lleva una hermosa cintita de terciopelo del mismo color de la pollera. Además me compró zapatos. Me visto, la ropa nueva me queda perfecta. A la camisa le agrego un prendedor de dos florcitas anaranjadas. Me peino sola, hace un tiempo aprendí a hacerme la media cola. Me da un poco de trabajo desenredarme el pelo porque lo tengo larguísimo, pero prefiero hacerlo yo y no Olga o mi mamá que en el apuro me tironean y me hacen doler.
Cuando estoy terminando de prepararme escucho a través de la ventana un ruido que viene del patio de luz. ¿Llueve? Pienso por un momento. Y después me convenzo de que no. Que alguien debió poner en marcha la bomba que sube el agua del pozo al tanque, arriba del techo. Cuando el tanque se llena, rebalsa y caen gotas sobre el piso del patio simulando que llueve. Sí, eso debe ser.
Termino de cambiarme y voy para el comedor. Me encuentro con la mesa preparada, las gaseosas, los bonetes, los vasitos de colores, la torta llena de confites. Los globos. Llegó la hora. Mis hermanos se ponen insoportables y quieren comer y tocar todo. Mis padres están trabajando, seguro vendrán más tarde. Ya son las seis y cuarto.
Estoy feliz. Pero la alegría y la emoción de ver todo listo me dura poco. Giro mi cabeza y miro hacia la calle. Llueve y cada vez más fuerte. ¡Qué ganas de llorar! ¡Odio la lluvia! Pienso que nadie vendrá a mi fiesta. ¿Cómo harán para venir con esta lluvia? Algunas de mis amigas viven lejos y sus papás no tienen auto. Empiezo a llorar y escucho que Olga me habla. Trata de convencerme, me dice que de alguna manera vendrán. Ya son las seis y media y no llegó nadie. Esa era la hora que decía en la tarjetita. Olga me dice que no llore, que esperemos, que quizás lleguen más tarde por la lluvia. Mis hermanos se burlan de mí y yo me siento muy triste. Pasan quince interminables minutos y mientras pienso que no habrá ni “pizza pizuela” ni “cuchara, cucharita, cucharón”, tocan el timbre. Corro ansiosa a atender y ¡qué sorpresa! me encuentro con mi mamá y detrás de ella algunas de mis amigas vestidas de cumpleaños y con regalos en sus manos.  No lo puedo creer. Mi mamá salió antes de su trabajo y decidió pasar a buscarlas y traerlas a casa en el auto. Cuando me voy haciendo a la idea que seremos menos pero que habrá fiestita, vuelve a sonar el timbre. ¡Es mi papá con otro grupito de chicas! ¿Qué hace mi papá en el pueblo si tenía que trabajar toda la tarde en el campo? “Me vine porque llovía”, me dice guiñándome un ojo. Hacen varios viajes cada uno, mi mamá en el auto y mi papá en la camioneta y así traen a todos los invitados. ¡Qué felicidad! Nunca más me enojaré con la lluvia. Hoy me hizo el mejor de los regalos. Esta hermosa lluvia de primavera me trajo a mis papás y a mis amigas.

Ya estamos todos. Entramos a casa y empieza la fiesta. Afuera llueve a cántaros y adentro, es mi cumpleaños.

3 comentarios:

  1. ¡Capos tus padres!...en mis cumpleaños siempre llovió...hasta el día de mis 15,que había un sol radiante,me tenia de mal humor,si no llovia no era mi cumpleaños,y contra todos los pronósticos...¡empezó a llover!

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  2. Sin duda de tus narraciones esta es la que más me gusto. La ilusión y la inocencia de la infancia marcan grandes momentos en tu vida. . Muy lindo Nati!

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