domingo, 6 de abril de 2014

Lo mío

Los días como hoy y los domingos a la noche tanto quisiera ser como vos, como otros, como muchos. Sin implicar el hecho de cambiar. Solo ser. Haber nacido diferente, porque cambiar es tarea imposible, lo sé. Hace años que lo intento sin lograrlo. Sólo ser. Ser positiva, optimista, colgada, conformista. Que no todo sea de vida o muerte, que algo, mínimamente, me de lo mismo. Los zapatos que me pongo, la comida que como, en la esquina que doblo, algo. Pero no. No me gusta el verano, ni meterme a la pileta, ni al río ni al mar. Comer choripanes o hacer pic nics debajo de los árboles rodeada de moscas, o viento o tierra. No, no es lo mío. No me gusta el Caribe ni el all inclusive. Me aburro, me ahogo, no sé dónde estoy. Y no me da lo mismo. Pensar que todo, siempre, va a estar bien, imposible para mí. Buscar conclusiones a la vida, a la gente, eso sí. Que me gusten los pepinos y el zapallito relleno, eso no. Yo como brócoli, berenjenas y alcauciles. Lo mío es la quietud, lo interior, mirar el mar desde la orilla leyendo un libro. Lo mío es lo que repta por debajo. Lo que cuesta, la voluntad, la melancolía, la tristeza inexplicable. Las noches oscuras, densas. Los días de llovizna. Lo mío es lo que habita adentro, del cuerpo, de la casa, de la cama. Bañarme con agua caliente. Tomar café. Ojalá me gustara el mate a toda hora y el asado. Pero no. Necesito un escudo para la desilusión. Ojalá fuera como vos.
Lo mío es la curiosidad, la constancia. Ojalá todo me diera lo mismo. El final del libro, de la película. Ojalá fuera como vos, que te dormís cuando faltan diez minutos para que termine la historia y no te importa, no te intriga. Te da lo mismo. Lo único que te importa es tu sueño. Pero yo no. No puedo. La curiosidad me mata. Necesito saber. Todo. El máximo de las posibilidades. Lo mío es la ansiedad y el ansia. Ojalá supiera de medicina, de impresoras, de cerraduras. Así no dependería de nadie. Porque lo mío es no depender. Arreglármelas sola. Hacer todo a mi manera. Manejar la situación. Los tiempos. Trabajar sola. Para no negociar nada con nadie. No dar explicaciones repetitivas. Lo mío es no perder el tiempo. Ni el tiempo ni nada. No perder nada.
Lo mío no es diciembre, ni las fiestas, ni los sociales, ni los festejos de días comerciales. Ni eneros ni febreros. Lo mío es octubre, abril quizás. Abril con llovizna, eso es lo mío. Lo mío es usar zapatos cerrados, no mostrar los dedos de los pies, ni la tira del corpiño. Combinar toda la ropa, sin colores fuertes ni rayados con flores. Lo mío es el perfil bajo, no llamar la atención, pasar desapercibida. Mirar el pronóstico dos veces por día, amargarme si vendrán días de calor, alegrarme con días de lluvia. Mirar el almanaque y organizar viajes para los fines de semana largos. Porque lo mío es irme, siempre irme. Saber cuántos seremos para comer, evitar las sorpresas. Limitar el ingreso de personas a mi mundo. Ojalá fuera como otros, donde comen tres comen diez y todos somos amigos. Ojalá, pero no. No saber qué haré mañana. No. Lo mío son las agendas, las anotaciones del día, de la semana, del mes. Las listas. Las tareas. Las reglas. Y cumplir, siempre cumplir. Porque si te digo “me olvidé” te estoy mintiendo, porque jamás me olvido de algo, porque mi memoria es mi tortura, porque todavía recuerdo la fecha de cumpleaños de compañeros de primaria que hace años no veo. Ojalá anduviera por la vida más liviana, con menos recuerdos. Pero no. Olvidar no es lo mío.
Lo mío es ser yo y no claudicar en el intento.
Ser yo y contradecirme.
Lo mío es la honestidad, lo que es y no puede dejar de ser.
Lo que soy y siempre seré.


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